Por: Miguel Muñiz
Por eso, tanto el discurso de Abe como el informe especial difundido en Davos por el gobierno japonés, sentaban las bases de la normalización; en cuatro páginas había tres referencias a Fukushima: reinicio de las nucleares cerradas, expansión de la industria atómica japonesa, y el anuncio de la creación del primer parque eólico flotante en la zona, con fotografía incluida [1].
Revisar el calendario es comprobar la firme voluntad que impulsa la normalización. El 23 de mayo de 2011, el COI abrió el plazo de presentación de candidaturas para 2020, Japón llevaba entonces sólo dos meses y 12 días de catástrofe: las restricciones eléctricas, las colas, el caos de los desplazados, las protestas, las áreas devastadas, toneladas de ruinas acumuladas, la desatada reacción en cadena de los reactores…, todo eso marcaba el día a día. Las referencias continuas al tsunami, a sus víctimas y a la devastación material visible, permitían enmascarar la otra devastación, la ecológica y social, irreversible e invisible: la dispersión radiactiva desde los reactores destruidos. En ese clima, las Olimpiadas eran una oportunidad de acallar las voces críticas, disimular el desconcierto político y tapar vergüenzas y mentiras de una industria nuclear y una clase política presentadas hasta entonces como el máximo de la modernidad.

Cumplida su misión, Shinzo Abe no volvió a Davos en los siguientes cinco años; hasta que el pasado 24 de enero se presentó en la noche de celebración dedicada al Japón. Lo hizo mediante un discurso y un brindis con una copa de sake producido en la prefectura de Fukushima a favor del libre comercio [3].
Dos días antes se había publicado en Japón un amplio reportaje sobre la importancia de la producción de sake en Fukushima, sobre las exquisiteces del sake que se serviría en Davos, y las excelentes condiciones de fabricación que había permitido a la prefectura acumular premios de calidad en los últimos seis años [4].
Este artículo analiza esa normalización. Porque las referencias a Fukushima, viniesen o no a cuento y todas en clave positiva, han arreciado desde que comenzó 2019; aunque desde 2017 se difunden los espectaculares videos y anuncios de la Diamond Route Japan, con una estética muy cuidada, vinculada a la cultura de las artes marciales (especialmente al bushido), la tradición culinaria y los deportes de montaña y nieve. Dichos anuncios hacen referencia sólo a tres prefecturas: Fukushima, Tochigi e Ibaraki, presentándolas como la experiencia extrema del conocimiento de Japón [5]. Se puede entender todo lo que esto representa, sólo en el campo de las artes marciales, con una analogía: mencionar estas tres prefecturas como centro del bushido y la cultura samurái [6] es como promocionar Barcelona como una de las cunas del cante y el baile flamencos.
La normalización se complementa con el control informativo, ello implica presiones para evitar o reducir la difusión de informaciones consideradas conflictivas. El control es mucho mayor en el interior de Japón que fuera: informaciones que ocupan titulares en medios críticos internacionales apenas se mencionan en los medios japoneses, a ello hay que sumar la autocensura, y técnicas de probada eficacia como la demora informativa, que permiten hacer digerible lo malo presente contrastándolo con lo peor pasado, o sofocar la reacción social haciéndola extemporánea, por el procedimiento de difundir informaciones conflictivas con un retraso de meses o años.
El despliegue orquestado de la normalización pone en el mismo plano una información local con otra que afecta a amplias capas sociales. Así la decisión del gobierno japonés y Tepco, publicada el 22 de enero, de liberar masivamente agua contaminada al Pacífico por motivos económicos, es una información más, casi equivalente a los premios en la confección de licor, y aún más cuando se inscribe en la normalidad de haber entregado los preceptivos informes a la Asociación Internacional de Energía Atómica; o como el 12 de febrero, allí la publicidad sobre el primer contacto de un robot con el combustible fundido, permite dejar en segundo plano el hecho de que la fisión nuclear continúa activa desde hace ocho años [9].
Más ejemplos: el 15 de febrero, se dieron datos sobre los progresos de reconstrucción en la prefectura de Fukushima, pero no se dieron datos sobre la situación material y la salud de las 42.105 personas reconocidas oficialmente como desplazadas, de las que 32.769 eran de otras prefecturas; y aunque el 20 de febrero se supo que un tribunal de distrito ha ordenado a Tepco y al estado japonés que paguen 3,78 millones de euros a los evacuados, no se destacó el hecho de que han pasado 8 años de pleitos, y que el regateo y los litigios continúan [10].
Preguntas sin respuesta en un marco normalizado

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